domingo, 21 de abril de 2013

Almitas de papel. I



Desde muy chiquita sabe varios secretos de los cielos.
Vos la viste ciertas noches como yo , trepar furiosa en el pájaro azul de la noche y bailar con una sonrisa dibujada que era como si todo el mundo sonriera en el momento que ella lo hacía.Era una sonrisa de mundo entero.
La cuestión es que montaba pájaros con una facilidad absoluta, como si el pájaro fuera el barco y el cielo hubiera puesto todo el oleaje de estrellas a su favor.
Hacía dibujos de lunas pasando el dedo por el lomo. Y como si fuera un pizarrón mágico la luna se dibujaba gentil sobre ellos.
Decía que en este hemisferio la luna era verdadera, crecía o decrecía según iba avisando su ánimo y se llenaba cuando ella estaba completa de felicidad.
Hacía piruetas y jugaba a casi estrellarse contra el árbol milenario de la muerte, solamente para sentirse renacer plena de vida desde las raíces
Pero lo difícil de los dones es que a las tormentas se les da por acomodarse justo ahí, haciéndose cómplices del silencio.
Con el tiempo supimos que cualquiera fuera su destino, las cosas se le anudaban tanto que ella montaba pájaros para atravesar tempestades, salvar el dragón de las garras de la princesa, sacar de cautiverio lo salvaje y desenojar a los brujos.
Para ella nada era lo esperable, hasta que lo esperable de pronto pasaba. Su dios era un Mozart que sostenía la tensión hasta el último minuto.
Después de mucho andar, de hacer millonésimas de kilómetros, ella llegaba hasta su faro.
Vos la viste llegar como yo, la viste caer rendida de cansancio con los ojos todavía llenos de sorpresa.
Su lucha era una antigua batalla entre el crecer durmiendo abrazada a los monstruos para perderles el miedo, y seguir amando con una inocencia de ojos grandes, de acuarelas frescas y olor a pan en las manos.
Vos la viste como yo, luchar con la puerta y la grandeza de lo que no se dió cuenta:
Ella monta pájaros porque todavía está desenredando sus propias alas.

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